30 jun 2011

CLÁSICO – Mejor solo que mal acompañado


Por Nelson O. Hayes



Al ver esta comedia, uno no puede menos que coincidir con el título en español. El nombre original de la película era “Planes, trains and automobiles”, que traducido a nuestro idioma sería “Aviones, trenes y automóviles”, título poco “ganchero”, si los hay.


Rodada en 1987, y dirigida por John Hughes, aborda la historia de un ejecutivo publicitario, Neal Page (Steve Martin), que está lejos de su casa por cuestiones laborales, y desea llegar lo antes posible junto a su familia para pasar el día de Acción de Gracias.
En el viaje se encuentra con numerosas complicaciones; la peor de ellas es un corpulento vendedor ambulante, Del Griffith (John Candy), que no hace más que hablar e incomodar al pobre Neal.
Juntos vivirán una odisea que los llevará a compartir la cama en un hotel, con resultados hilarantes. Es imperdible la escena en que Martin se lava la cara y se seca con lo que cree que es una toalla, pero en realidad es un slip de Candy.


 
Después de una gran cantidad de intentos por regresar, viajarán en un auto alquilado por Del…con la tarjeta de crédito de Neal. En esa parte del viaje, gracias a la torpeza del personaje de Candy, circularán en contramano, por lo que pasarán entre dos camiones, y el auto quedará con ambos costados abollados. Por si fuera poco, el vehículo se prenderá fuego a causa del cigarrillo que Del intentó arrojar por la ventanilla, pero rebotó y cayó en el asiento trasero.



 
En el final, la película cambará su tono humorístico por algo emotivo. Una vez que los protagonistas se separan, Neal recuerda las peripecias vividas, ata cabos, y se da cuenta de que, en realidad, Del es un pobre hombre, viudo, solitario, y sin un hogar donde vivir. Así es que volverá a la estación del ferrocarril a buscarlo, y lo llevará a su casa. La imagen con que termina el film muestra la ductilidad que Candy tenía. Así como podía hacer reír, con su gesto en esa escena, llega al corazón de los espectadores.

Según el sitio www.alohacriticon.com, “toda la película es una metáfora sobre la búsqueda de la igualdad de clases, enfrentando a dos personas totalmente antagonistas. La pulcritud, las buenas maneras y educación, y una elevada posición social, frente al mayor de los desastres, una educación muy de andar por casa, y un modesto empleo de viajante. En sólo una cosa coinciden ambos personajes, aquella que hará que su antagonismo desaparezca, su buen corazón”.


El director John Hughes contó en varias ocasiones que les dio libertad a los protagonistas para que improvisaran, y reconoció que los momentos más logrados de la película fueron precisamente aquellos en los que Candy y Martin hicieron gala de su creatividad, ya que se complementaban muy bien frente a las cámaras.



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